CUANDO LA PINTURA ENCONTRÓ AL CINE



                                                           Crónica de una muerte pintada



¿Qué pasaría si ya estuvieras muerto pero te negaras a pasar al otro lado? ¿Si alguien te está avisando pero tú te niegas a creerlo? En El arte de morir, del director Álvaro Fernández Armero está ocurriendo esto, con una pandilla de seis amigos que hace cuatro años ocultaron un asesinato y ahora alguien les está dando caza, borrando sus vidas, alimentándose de sus recuerdos en el paso al mas allá.

Ignacio Blasco Izaguirre, Nacho para los amigos y para los que no lo son, sigue en paradero desconocido y el inspector Quintana reabre el caso cuando se descubre su carnet de identidad entre las pertenencias de un yonqui, ingresado en urgencias por un navajazo en el estómago. En realidad nunca lo encontrarán porque su cadáver se encuentra enterrado en el caserón en el que murió a consecuencia de una broma que se convirtió en tragedia.

Así comienza este film español de terror, una película en la que son mostradas una serie de pinturas que juntas representan pictóricamente lo que sucede en su metraje. Nacho es un artista original al que no le importa colarse en el Anatómico Forense con tal de fotografiar cadáveres para que se conviertan en modelos de sus cuadros. Influenciado por el arte de El Bosco, obsesionado con la muerte y el sufrimiento, ha convertido su estudio en una galería de imágenes a cada cual más terrible y horrorosa. Precisamente este lugar o santuario de lo macabro llega Iván a tiempo de descubrir la verdad y salvar a la mujer de sus sueños que aún no se ha ido.

La obra final y completa, solo en la imaginación de Iván, reproduce diferentes escenas que tienen como protagonistas y víctimas a ese grupo de jóvenes. Las definitivas muertes de unos asesinados accidentales perseguidos por el solitario y maquiavélico Nacho que ha conseguido hacer realidad sus pesadillas y tormentosos deseos de venganza.

El primero que cae es la bella pero lenta Candela, una joven gogó a la que le cuesta caro el paseo del perro. Unos canes rabiosos la perseguirán dándole caza junto a una puerta enrejada y cerrada por cadenas y candado.

 

 




 

 

En el tránsito entre la vida y la muerte, a Candela le da tiempo a bailar y vestir con un traje azul de lentejuelas, mientras que en la pintura de Nacho la mujer, de cabello largo pero oscuro, muere desnuda, en la noche, convirtiéndose las dos en pecadoras que van a quemarse en el infierno por uno de los pecados capitales, la lujuria.

 

 

 




 

 

El siguiente es Carlos, el camarero de un bar de moda al que Nacho sorprende también de noche golpeándole la cabeza contra un objeto de metal y luego dejándolo muerto junto a un barril de cerveza y un charco de sangre, una imagen simbólica muy potente visualmente hablando que hace referencia al pecado de la gula, Carlos con el estómago lleno sigue bebiendo.

 

 



 


 

De la misma manera el condenado aparece martirizado por los demonios, también sin ropa pero con el vientre hinchado, obligado a beber de una tinaja antigua.

 

 

 



 

La mejor amiga de Clara, novia de Iván, muere ahogada por el cinturón de seguridad de su automóvil y tiene su correspondiente imagen oscura cuando aparece torturada por dos pequeños demonios en una carreta. La pereza ha hecho que no llegara a la puerta a tiempo y escapara del peligro en el parking.


 

 



 


 

El cuarto en la lista es Ramón, un violento segurata de obra al que una máquina tira de un andamio empalándolo en unos hierros del suelo, tal y como vemos en la obra atravesado por objetos afilados y puntiagudos. Su pecado es la ira a la que deja pasear en numerosas ocasiones enfrentándolo con todos.

 

 




 


Clara e Iván son los últimos en verse cara a cara con Nacho, uno dejará que las llamas consuman su cuerpo protegiendo a su pareja, la otra sobrevivirá saliendo del coma en el que estaba atrapada. La soberbia o la avaricia no estaban en ellos, por eso Nacho no los atormentó, la personificación de un séptimo pecado capital llamado envidia.

 

 


         
 

 


 

 

Al igual que el misterioso El Bosco, a Nacho le encanta mezclar la religión y el discurso moral. Coloca al ser humano enfrente de sus pecados y sus defectos y lo castiga por ellos. Los monstruos y seres malignos que vagan por sus paisajes incendiados ¡como la casa abandonada en la que muere en el largometraje el artista! martirizan y torturan los cuerpos y almas de los desdichados condenados.

Los dos desnudan a sus personajes que protagonizan pequeñas escenitas iluminadas tenuamente y que destacan del fondo oscuro. 

 

 




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