¡Hoy nos vamos al cine!      THE ALTO KNIGHTS



                                                     Son negocios, no es personal


En el amor y en la guerra no hay amistad que valga. Si esa guerra se llama negocios y hay mucho dinero de por medio, todo vale. Nueva York en los años cincuenta estaba en guerra y los dos generales habían sido amigos y ahora rivales por el control del pastel más jugoso.










Frank Costello y Vito Genovese, miembros de lujo del club The Alto Knights, en el film de Barry Levinson, están disputando una partida de ajedrez que no puede terminar en tablas. Uno es impulsivo, violento y barriobajero, el otro tiene en la palabra un don, calma sus acciones y jamás precipita planes. Cada cual con lo suyo, cada cual manejando sus asuntos a la manera que mejor les place. A su lado una gran mujer que se preocupa por ellos, controlando su vida, incontrolables en sus sentimientos. Bobbie sabe que siempre estará apoyando a su marido y espera que este tome la mejor decisión y abandonen ese mundillo de crimen organizado, sobornos a políticos y federales o violencia gratuita en las calles que no puede acabar bien. Por el contrario Anna es todo lo contrario, ama a Vito pero es capaz de llevarlo a los tribunales al creer que le está robando su dinero y merecido patrimonio. 









Los sicarios a sueldo o matones que están al servicio de la mafia en Estados Unidos responden ante Frank y temen a Vito que ha puesto en peligro su statu quo que tanto esfuerzo les costó conseguir. Son solo marionetas que cumplen órdenes, simples peones en una partida en donde la inteligencia está por encima de la fuerza y las balas. 

El cine negro o de gangsters que no se prodiga en estos tiempos tiene en The Alto Knights, un valor relativo. No acaba de ser una excelencia que deba ser recordada en el futuro ¡Scorsesse vuelve! pero tampoco aburre. Los crímenes y asesinatos que desfilan a cuentagotas sirven para darle un poco de brío a una narración demasiado preocupada en el diálogo y los momentos de salón poco apasionados la mayoría y resueltos quizás con un tiempo de metraje abusivo. 







La música acompaña sin hacer daño y ambienta el relato dominado por documentos fotográficos, diapositivas o de prensa escrita y hemerotecas pasadas, basadas en hechos reales. Es gracias a estos reveladores hechos que descubrimos instantes tan importantes como un intento de asesinato junto a un ascensor, una declaración frente a una comisión investigadora, el arresto en la reunión de Apalachin o una trampa en una peluquería teniendo como protagonista al bueno de Albert Anastasia.

Me faltan esas Thompson cargadas a dos manos, las cabinas telefónicas agujereadas como un queso de Gruyer, chivatos que huelen a fiambre, muertos en el maletero o las gabardinas y sombreros Fedora con banda oscura. Robert de Niro está cascado para interpretar ya este tipo de papeles en donde prima la acción violenta y menos el diálogo en restaurantes italianos o paseos con perros por el parque. Yo creo que ya ha hecho suficiente por el género, debe cederle el testigo a otros, este Frank Costello debe retirarse y aceptar ya otro tipo de papeles. 








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