CUANDO LA PINTURA ENCONTRÓ AL CINE
La realidad supera a la ficción
María Altmann, una anciana judía que vivía en Los Ángeles desde 1942 abraza un deseo, recuperar una pintura que los nazis arrebataron a su familia en Viena antes de la Segunda Guerra Mundial. El joven abogado, Randy Schoenberg ve posibilidades de hacerlo realidad y ayuda a esta mujer en la difícil misión. Enfrente tendrán no a los alemanes, sino al gobierno austriaco que ve en esta pequeña joya, del artista Gustav Klimt, un tesoro nacional.
La batalla promete ser encarnizada, sacando a la luz documentos que se han extraviado en el pasado o que es mejor que desaparezcan en el presente.
La dama de oro o Retrato de Adele Bloch-Bauer II, título del film de Simon Curtis está basado en la historia real y el juicio celebrado con arbitraje final, entre 1998 y el 2006 que acabó con una victoriosa mujer recuperando lo que por derecho era suyo. Dos testamentos, el primero que dejó la modelo del cuadro, su tía Adele Bloch-Bauer, fallecida en 1925 que deseaba que estuviera su tesoro en manos de la Galería del Estado de Austria y un segundo texto legal de su viudo, Ferdinand Bloch-Bauer que emigrante en Suiza prefirió que su patrimonio, en el que estaban incluidos esta dama de oro y otros, pasara a manos de sus herederos, sus sobrinos, María y sus hermanos.
Ayudados por el periodista austriaco, Hubertus Czernin, Eric Randol Schoenberg y su cliente viajan hasta el país europeo en un principio intentando no llegar a juicio pero se topan con la negativa del gobierno de este que considera La dama de oro como un icono cultural del que estaban muy orgullosos o su Mona Lisa nacional.
De esta manera se conoce que fue un comandante nazi, Bruno Grimscnitz, el que se quedó en un primer momento la obra y el que se lo cedió a la Galería Belvedere después, lugar que ocupaba en el momento en que María a finales de los noventa decidió reclamarlo junto a otros cuatro cuadros más: Apfelbaum, de 1912, Adele Bloch-Bauer II, segundo retrato que tiene a su tía como modelo, también de ese mismo año, Buchenwald/Birkenwald, de 1903 o Häuser in Unterach am Attersee, pintado en 1916, con un valor económico total de más de 150 millones de euros.
¿ Y qué pasó después? Pues muy fácil. Los cuadros recuperados se exhibieron en el 2006 en el LACMA o Museo de Arte del Condado de Los Ángeles y después María Altmann dejó que la casa de subastas Christie´s los pusiera a la venta, siendo comprado La dama de oro por el magnate de los cosméticos Ronald Lauder, por 192, 7 millones de dólares y el lote de los cinco por 325 millones que se repartieron entre los distintos herederos. María Altmann decidió utilizar parte del dinero que le correspondía para la creación de la Fundación de la Familia de María Altmann en ayuda de instituciones públicas o filantrópicas tales como el Museo del Holocausto en Los Ángeles. En la actualidad La dama de oro se exhibe en la Neue Galerie de Nueva York, creada por Lauder en el 2001.
El retrato de Adele Bloch-Bauer I, 138 x 138 cms, fue pintado en 1907, cuando la familia disfrutaba de una inmejorable posición económica en Viena. El artista, miembro de la Secesión vienesa, movimiento artístico modernista de comienzos de siglo, como amigo de estos, era invitado a sus fiestas y reuniones privadas y por ello se le encargó este y un segundo retrato de la dama de la casa. Tres años tardó en completar un trabajo art nouveau en el que utilizó óleo y pan de oro, metal laminado metálico.
El resultado es el retrato de la esposa de Ferdinand sentada en un sillón con respaldo plagado de mosaicos con dibujo geométrico y decoración del ojo de Horus egipcio. El fondo, el vestido y el sillón de color dorado, se fusionan destacando el cuerpo de la rica dama de rostro pálido, labios pintados y pómulos maquillados que mira al espectador mientras enseña su joyerío como la gargantilla de diamantes o rubíes que adorna su cuello.
El maestro austriaco prefiere el bidimensionalismo evitando los fuertes contrastes de color y la profundidad, casi inexistente en este ejemplo. Sus figuras son demasiado estáticas, con posturas rígidas ¡como las manos alargadas y entrelazadas de la modelo! y ausencia de todo tipo de movimiento, símbolos preciosistas y reflejo de una posición social privilegiada. Influenciado por el simbolismo, modernismo, la estampa japonesa o los iconos y frescos bizantinos ¡había visitado Rávena en 1903! pinta un retrato que recoge sus experiencias y las transmite con una mirada cristalina.
Comentarios
Publicar un comentario