¡Hoy nos vamos al cine!   NO HAY AMOR PERDIDO



                                        Un cuarentón precoz y una adolescente tardía


¡Y aún así se quedó! Mi madre, Valérie nos abandonó a mi padre y a mí, cuando yo era un bebé. Etienne se convirtió en padre y madre a la vez, solo con la ayuda de mis abuelos paternos y me crió hasta que con diecisiete años me fui de casa a estudiar Bellas Artes en Metz. Llevaba a mi novio Youssef todos los días a escondidas a mi habitación, previa escalada por el muro como si fuera un Romeo en busca de su Julieta ¡y aún así se quedó! Empapelé las paredes con mis pinturas y dibujos de retratos y en ocasiones fui algo borde con su novia taxista y pianista Helene que se quedaría con él cuando yo me marchara lejos ¡y aún así se quedó! La mudanza era un suplicio, la venta de la casa y la compra del nuevo apartamento, una tortura y la mala noticia del proyecto de un bosque en el campo de fútbol donde él entrenaba a un equipo amateur, habían minado su paciencia ¡y aún así se quedó! Para colmo de males, mi madre apareció como un fantasma entre olas gigantes en Portugal y bailando en un hospital como si no hubiera un mañana vaticinando mayores problemas ¡y aún así se quedó! 



                 



Erwan Le Duc recurre a fórmulas de la antigua Nouvelle Vague donde la poesía campaba a sus anchas y las imágenes simbólicas y a veces surrealistas servían para contar una historia muy real aunque a veces pareciera de mentirijillas. Con un ritmo lento en ocasiones y acelerado en otras, el director trata de ¡a trompicones! narrar una historia con gentes modernas que hablan y actúan como los antiguos. Se caen por escaleras, trepan por paredes, se apiñan en interiores de automóviles o se rebelan ante la política con manifestaciones incendiarias a favor de causas perdidas ¡como esa madre que nunca estuvo cuando más se necesitaba!



              


No hay amor perdido suena muy bien pero es complicada de traducir. Parece una divina tragicomedia sin máscaras pero con túnicas largas y pelo suelto que evoca al teatro clásico y a un Dante renacentista que busca a su Beatriz en una semana con su Paraíso y el saber que ocupa lugar ¡visión en una televisión! el Infierno con los pecados de este ser humano saliendo a la luz y pérdidas irremplazables o el Purgatorio, donde se purifican sus peores culpas y se libera con una sonrisa. 





Son un canto en cámara lenta y movimientos repetidos o rebobinados que sorprenden porque los protagonistas cambian de rostro pero no de intención. Idas y vueltas o viajes a ninguna parte en busca de respuestas para unos y de certezas para otros en forma de cartel pegado o ensoñaciones con riesgo de caídas al mar salvaje como un suicidio romántico. Revueltas inmaduras y revoluciones alocadas en un imaginario a la vuelta de la esquina que te mira con ojos de plástico pero con vida en una piedra artística. Un amor de padre a hija desatado y controlador que aprende a suavizarse y a madurar salvando la crisis de un cuarentón precoz o la adolescencia tardía que nunca llegó a padecer.






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