ARTE Y CARTEL



                                       Pathé Freres y Gaumont en competencia (Parte 2)



El director de la Pathé además lleva a la gran pantalla algunos de los cuentos clásicos infantiles que los padres leían a sus hijos antes de acostarse de autores tan conocidos como los hermanos Grimm o Charles Perrault.

Pulgarcito es un niño del tamaño de un dedo pulgar que con sus hermanos es abandonado en el bosque por sus padres. Perdidos se refugiaron en la casa de un ogro come niños que tenía siete hijas de su misma edad. Por la noche el listo muchacho cambió los gorros de sus hermanos por las coronas de las chicas y el malvado gigante las devoró por equivocación. Con las botas de siete leguas los persiguió sin descanso pero al quedarse dormido Pulgarcito se las robó y se escapó de vuelta a la casa engañando a la mujer del ogro que le confía una varita mágica, joyas y una gran suma de dinero con el que su familia jamás volverá a pasar hambre ni penurias.

El cartel anónimo que puede ser de Faria, de 1909, muestra el interior de la casa del ogro y a este a punto de asesinar a Pulgarcito mientras sus hermanos se encuentran escondidos dentro de un enorme baúl. La mujer del gigantón le recomendará entonces que mejor los deje vivir para comérselos cuando llegue tiempos de necesidad. Es una escena cruel y poco infantil con foco en cuatro lugares destacados. El primero es la esquina donde la esposa llora desconsolada por el crimen atroz que se va a cometer, el segundo tiene lugar en el centro de la litografía con el brutal ataque al protagonista con una enorme espada. En el tercero impresiona una chimenea de grandes proporciones donde parece asarse un animal y en el cuarto los seis niños con gran escándalo gritan y se lamentan de la futura suerte de su héroe. En la parte izquierda la oscuridad apenas nos deja ver con claridad tanto la decoración mural de la casa como algunos de los muebles y objetos que la decoran mientras que en la derecha el brillo del fuego si que permite que identifiquemos muchas de las cosas que se encuentran encima de la mesa o incluso el suelo pintado con formas geométricas muy clásicas. Existe otro cartel, este de Vincent Lorant-Heilbronn, de una película anterior a la de Albert Capellani, en donde se reproducen dos escenas muy diferentes, en concreto la de el extravío en el bosque con Pulgarcito subido a un árbol y el del robo de las botas de siete leguas.

Es de 1906 y probablemente corresponda a la versión de Ferdinand Zecca que no tiene nada que ver con otra posterior de 1909 de Segundo de Chomón.

 

 

                                                        


                                          






 

Cenicienta es una de las féminas más importantes de los cuentos de los Hermanos Grimm y Perrault. La joven tras un baile mágico pierde uno de sus zapatos de cristal, creados por su hada madrina y al final consigue casarse con el príncipe del reino. Un final feliz y una heroína que acaba derrotando al mal ejemplificado en una cruel madrastra y sus hijas.

En 1907, Faria divide su litografía de La cenicienta, de Albert Capellani, en cuatro cuadros, uno principal y tres secundarios como pasaba con otros encargos. En el centro el príncipe encuentra y recoge el zapato que ha perdido la chica en el interior de su lujoso palacio, tras el baile.

En la parte inferior se puede ver el momento del romántico baile entre los dos y la prueba del zapato a la joven en su humilde hogar. En la parte superior el hada madrina le concede su más íntimo deseo y le proporciona una carroza y un cochero para que pueda marcharse a la fiesta.

 

 

                                


A Faria le gusta retratar la vida moderna que le rodea y a las diferentes clases sociales y profesiones con las que se codea. Los bomberos que acuden raudos y veloces a apagar los incendios, los policías que atrapan a unos ladrones a veces más listos que ellos, mineros que trabajan duramente, estudiantes que viven la buena vida, bandas de maleantes como los Apaches parisinos, obreros que comienzan a levantarse en huelga, etc... Algunas veces es tratado el tema con humor y otras muchas con un excesivo drama que conmueve.

 

Algunos fuegos pueden extinguirse, otros les cuesta a los habitantes de un pueblo todas sus pertenencias. Los pirómanos se han aprovechado del buen corazón de estos campesinos para saquear sus casas. Esta vez no llegan a tiempo los bomberos ¡la desgracia se ha cebado con los más pobres!

Faria recoge en sus dos litografías a la piedra con brillantes colores las dramáticas escenas con las víctimas de los incendios. La ciudad y el pueblo, lo urbano y lo rural, las clases altas y el campesinado, nadie es inmune a este tipo de desastres, nadie está a salvo de morir abrasado por las llamas. A veces consiguen salvarlos a todos, usando grandes escaleras y otras veces no. Los antiguos coches de bomberos estaban tirados por dos caballos y podían transportar a más de una docena de ellos. Su velocidad podía resultar muy útil o peligrosa según las circunstancias.

 

 

 

                                          


 

De la capital francesa son también los estudiantes que marchan de fiesta y disfrutan de la vida nocturna parisina como el muchacho del film de 1908. A través de dos escenas, una de interior y otra exterior nos damos cuenta de lo feliz que es en París. Sus padres al visitarlo conseguirán que el sueño se desvanezca.

 

 


 

Las multitudes y alocadas situaciones también son una constante en muchas de sus obras. Unos ladrones muy graciosos pretenden robar en unos edificios pero son sorprendidos en plena faena por unos policías muy muy torpes. Para el cartel de Cambrioleurs modernes, de 1907, Faria ha optado por pintar a todos los personajes a la vez, todas las disparatadas cabriolas, volteretas, caídas y golpes que se suceden entre los tres policías, incluido uno muy gordo y los tres ladrones que abren y cierran puertas y ventanas a una velocidad increíble o que tiran objetos y usan cañas de pescar y tablones con gran maestría.


  


 

Lo mismo pasa en La course a la perruque, de Georges Hatot, con una gran multitud que corre detrás de una peluca que vuela por los aires amarrada a unos globos que han robado unos traviesos niños al vendedor en París. Más de quince personas, esta vez no se repite ningún personaje, participan en este curioso rescate que les lleva a pasearse por los techos de los edificios sin ningún control ni plan preconcebido. Encontramos bomberos otra vez, policías de nuevo, mujeres y hombres de todo tipo de condición y hasta niños que pierden el equilibrio peligrosamente. El sombrero con la peluca mientras tanto seguirá su camino por el cielo con la Torre Eiffel en el horizonte. Muchos, muchos años después sería una casa la que saldría volando atada a miles de globos con un malhumorado viejecito de conductor y un niño boy scout como polizonte.

 

 


       




                              




Los mineros también tienen su hueco en el cine. Ferdinand Zecca, en 1906, narra como es el día a día de estos trabajadores que bajan a la mina a sacar carbón jugándose la vida cada vez que toman el ascensor hacía las profundidades de la tierra, aquí 500 metros. Comen y descansan sentados en el suelo bajo las vigas de madera, sufren alguna accidental explosión de gas y son rescatados de la tumba tras la inundación, algunos sin vida, como el hijo del protagonista. Por cierto la lámpara que les proporciona algo de luz en la horrible oscuridad de los túneles es idéntica a la que Brispot pintó en su affiche de Cinematographe Lumiere.

 

 

   







                                    



La noche es un buen momento para el hurto. Algunos aprovechan la oscuridad para entrar en las casas desde el tejado. Dos ladrones de poca monta pretenden llevarse el dinero de un pobre hombre que esconde su dinero en una caja de caudales debajo del colchón de si cama ¡muy moderno todo!

Este al ver que no puede defenderse corre a buscar ayuda a la policía montado en su bicicleta pero cuando llegan ven que estos han escapado por la ventana y huyen en ese mismo vehículo que acababan de dejar al lado de la puerta del edificio. En este póster se ve duplicada la figura del policía que quiere subir a la buhardilla gracias a una cuerda y junto al dueño de la casa ven escabullirse a los rateros por la ventana de la habitación. En la imagen inferior dos sombras montadas en una bicicleta escapan del lugar del crimen como alma que lleva el diablo.

 

 


 

                                  



El alcoholismo y algunos trastornos mentales como la locura podían hacer que el hombre cometiera actos del todo inhumanos, podían llevarle a la desesperación o a una muerte trágica y dramática. Algunos films criticaban el vicio de la bebida que estaba tan de moda entre los bohemios y artistas de Montmatre que visitaban los cafés nocturnos y cabarets de la ciudad de las Luces.

Algunos borrachos tienen alucinaciones como el trío protagonista de Hallucinations d ´ivrognes y se suben a las farolas como el hombre que se enamora de la luna en El amante de la luna, de Albert Capellani. Otros bailan en la calle con cualquiera que pueda seguirle el ritmo.

 

Faria ha aprovechado la ocasión para representar algunos de los monumentos más importantes de París vistos de manera difuminada por el efecto del alcohol, un mundo que parece dar vueltas. Tenemos la Torre Eiffel, el Arco de Triunfo, la Ópera de París o Notre Dame entre otros y en el centro tres personajes que no pueden estarse quietos ni un solo momento. El amante de la luna, antes de dormirse y querer viajar hasta ella baila con unas botellas gigante imaginarias.

 

En el sueño puede volar gracias al fuerte viento montado encima de una chimenea y ser tragado por el astro que recuerda a los vistos en los films de Méliès y Segundo de Chomón.

 



   

                                   


                                                  

 

Estas víctimas inocentes del alcohol pueden bailar con farolas, con policías o con organistas callejeros a los que piden prestado el instrumento. En su casa seguramente todavía bajo los efectos de la bebida toca el piano y ve alucinado como todos los objetos y muebles comienzan a moverse solos como por arte de magia. Es Maurice Chevalier ¡él puede hacer cualquier cosa!

Por desgracia no todos se lo pasan en grande,otros sin embargo echan a perder su vida por culpa de la bebida, la absenta por ejemplo, de moda en esos tiempos. En los dos primeros carteles de Las víctimas del alcoholismo, del director Ferdinand Zecca, hay cuatro o cinco escenas y dos retratos. Presentado a la manera de cómic con viñetas pero sin bocadillos, nos encontramos con algunos cuadros de la película. En un primer affiche,primero arriba a la izquierda el padre de familia llega a casa y sus hijos y esposa salen a recibirle cariñosamente, en el segundo a la derecha ha conocido a unos hombres que le llevan a beber al café introduciéndole en el vicio del alcohol. En el centro el pobre hombre regresa al mismo lugar las veces que puede gastándose todo su dinero allí dejando a sus hijos en la miseria. En la parte inferior el hombre borracho maltrata a su mujer y a sus hijos, uno de ellos enfermo a causa del hambre y acaba en el manicomio vestido con una camisa de fuerza en una habitación acolchada. El delirium tremens hace acto de presencia causándole macabras pesadillas que acaban con su vida.

En la tercera litografía nos encontramos al borracho bebiendo solo absenta mientras un monstruoso ser ¡nada de hada verde! comienza a introducirle malas ideas y pensamientos en la cabeza.

 

 

                                


 

                             




 

Un año antes el mismo director había tocado el mismo tema criticando a la bebida alcohólica en Historia de un crimen con un condenado a muerte por asesinato que se dio a la mala vida después de haberlo tenido todo. Un hombre próspero que se había convertido en un borracho violento capaz de robar y matar a un ser humano. Su final, acabar en la cárcel y sentenciado a morir en la guillotina.

 

 



 

Napoleón Bonaparte al igual que Juana de Arco, contó en el periodo mudo con dos películas menores y una gran producción con trayectoria internacional, esta vez de un director francés del que ya hemos hablado, el gran Abel Gance. La Pathé encantada con la historia del militar y gobernante en 1909 se decide a presentar su biografía con los sucesos más trascendentales de su vida. Candido de Faria le representa montado en su caballo Marengo, de color blanco, en la batalla de Austerlitz, sobre una colina solo o acompañado de sus mariscales. El emperador viste su típico traje con pantalones de montar, camisola, casaca y tricornio, mientras su montura pisa con sus cuatro patas con fuerza el suelo. En la pintura sin embargo era costumbre que el animal levantara sus dos patas delanteras simbolizando que el jinete era de regio rango, como el cuadro de Jacques-Louis David en el paso de San Bernardo, en los Alpes, de 1801. Max Charlier fue uno de los Napoleones del séptimo arte pero no el único.

 

 

                            
                     

 

                             

 


Un año después será Ferdinand Zecca quien haga de biógrafo e historiador de una derrota importante en una batalla de 1812 también con Maximilian Charlier en un papel también protagonista. Napoleón Bonaparte llega al Paso de Berezina donde descubre al héroe Jean Gratien que ha protegido la bandera tricolor. El emperador le concede la Legión de Honor, medalla que llevará a su muerte a madre y novia, lejos de allí. Esta misma medalla fue la que conservaba el padre, militar retirado de Edith, en su casa de Orneval en el film Yo, acuso! de Abel Gance. Junto al grupo se encuentran varios cañones y carros destruidos y enterrado en la nieve y desvalijado un baúl que debía contener algo valioso. El marco decorativo que ha pintado Faria alrededor de la escena recuerda a Vincent Lorant-Heilbronn al que conoce muy bien. A la manera de Film d ´art dos sellos idénticos de la productora con el gallo flanquean el título 1812.

 

 


 

Y así llegamos al año 1911 con un nuevo film de Pathé, esta vez de Michel Carré al que parece que solo le interesan los últimos días del hombre en la isla de Santa Elena, donde fue exiliado en 1815, tras el desastre de Waterloo y perseguido por el gobernador británico Sir Hudson Lowe. El derrotado y enfermo Napoleón se encuentra acostado en la cama mientras sus generales y familiares lo acompañan en estas sus últimas horas en el mundo en Longwood House allá por 1821. El artista Jean-Pierre-Marie Jazet (1788-1871) realizó un aguatinta siguiendo un original del barón Carl von Steuben con la misma escena pero con muchos más testigos. Hasta el papel pintado con estrellas doradas es el mismo que ha copiado Faria, con los niños llorando junto a Josefina junto al dosel de la cama, de distinto color.

 

 

                                


 

Faria, en 1909, pinta para el film de la Pathé, una litografía con una escena mítica, la rendición del líder galo de los arvernos. El valiente Vercingétorix, a caballo arroja sus armas ante la mirada airada de Julio Cesar que lo espera al lado de su tienda de campaña. Al fondo puede verse la fortaleza de Alesia que había sido asediada y tomada por las legiones romanas en el año 52 a. C. y en un dibujo más pequeño en la esquina superior derecha, una cruel lucha por el control de la misma. Una pintura del francés Lionel Noel Royer, del año 1899 que se conserva en el Museo Crozatier de Le Puy-en-Velay, muestra esa misma imagen del vencido jefe arrojando su espada al suelo. En la primera levanta la cabeza orgulloso mientras que en la segunda el hijo de Celtilo, entiende que ha sido derrotado y al igual que su montura acepta su destino, acabar sus días como prisionero de su odiado enemigo.

En una postal de ese mismo año podemos comprobar como el caballo en la película era de color negro y que el emperador de Roma no está sentado mientras levanta su brazo derecho.

 

 

                                                           


 


 

 

Sansón y Jesucristo fueron dos de los personajes bíblicos más importantes de esta primera época del cine mudo francés de la Pathé y merecen un capítulo aparte. El primero de ellos, inmortalizado en la pintura sobretodo al lado de Dalila cortándole el cabello que le otorgaba la fuerza sobrehumana y el segundo como protagonista absoluto del Nuevo Testamento. En los affiches cinematográficos franceses Sansón es representado en el momento en que derrumba las columnas del templo filisteo de Dagon, donde había sido llevado apresado y mata a más de tres mil personas como en este de Faria de 1908 con el arresto y el suplicio en la rueda del molino como escenas secundarias. Gustave Doré en el siglo XIX, realizó un grabado con esta misma escena y una composición parecida.

 

 

                                     


 

La vida y pasión de Jesucristo, fue un film de 1907 que contaba momentos milagrosos o de transcendencia en la vida de Cristo como la anunciación, la adoración de los magos, la huida a Egipto, la resurrección de Lázaro, la crucifixión, el descendimiento de la cruz, la Ascensión o las bodas de Caná. Era un remake de una película anterior de 1903 del mismo Ferdinand Zecca y Lucien Nonguet. Alice Guy dirigió en 1906 una versión para la Gaumont que competía en esos años con el cine de Charles Pathé.

 

 

                                           

 

 

Faria ha pintado varios momentos mágicos de la vida de Cristo como la Anunciación, donde el arcángel San Gabriel le comunica a la Virgen María que va a a ser madre del hijo de Dios por obra del Espíritu Santo. El póster imita perfectamente la escena con la mujer arrodillada y el ángel sobre una nube blanca en un interior con vistas.

 

Además nos encontramos también con la llegada de los pastores con sus rebaños de ovejas y de los reyes al portal de Belén para adorar al niño después de haber sido guiados por la estrella. En uno ya han llegado los magos y le están ofreciendo el oro, el incienso y la mirra, en el otro aun no han aparecido y solo se intuye la comitiva en el horizonte en una misma noche estrellada. En el iluminado pesebre además del buey y la mula, José, la Virgen María y la cuna con el niño también puede verse un coro de ángeles sobre el tejado con una filacteria en sus manos que dice así:

 

                               GLORIA IN EXCELSIS DEO             GLORIA EN LOS ALTOS CIELOS A DIOS

 

Este es un himno litúrgico cantado que glorifica a Dios Padre y suplica al Cordero.

 

En el largometraje aparecen estos seres celestiales solo como anunciadores de la buena nueva y nunca sobre el portal de Belén. Esa mezcla se vio en pintura, por ejemplo en Abraham Hondius.

 







                        





                                         

 

Cristo crucificado espera la muerte entre los dos ladrones, Dimas y Gestas, en el monte Gólgota, mientras parece conversar con su padre, allá en el cielo. Debajo están lamentándose la Virgen María y María Magdalena mientras son increpadas por los soldados romanos. Los ramos de lirios blancos que adornan las dos esquinas superiores del cartel están vinculados a la madre de Cristo, presente debajo. Está claro que Vincent Lorant-Heilbronn conocía el simbolismo de esta flor. No están allí por casualidad.

En el film los legionarios están jugando ajenos a la acción mientras uno parece dormir de pie, apoyado en su pilum. San Juan Evangelista está al lado de las mujeres acompañándolas en su dolor.


 CONTINUARÁ...


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