CUANDO LA PINTURA ENCONTRÓ AL CINE

 


                                                        Marion Crane y los hombres



Alfred Hitchcock era un enamorado del arte ¡eso no es ningún secreto! Normalmente en sus películas introducía alguna obra importante como refuerzo de una idea o imagen que quisiera transmitir. La colección que atesoró en su casa junto a su mujer Alma Reville “ La señora H y yo nunca adquirimos una pintura a menos que nos gustara a los dos” contaba con obras modernas como alguna escena callejera de Maurice Utrillo, más de un Paul Klee, el dibujo de nuestro Salvador Dalí, Caballero de la Muerte o un falso bodegón de Pablo Picasso que colgaba en su hogar de Bel Air.

 


 

                         


 

En Psicosis, una de sus mejores películas de terror y suspense, fuimos testigos de una escena mítica en la cual el dueño del motel Bates, el asesino Norman que se disfrazaba de su madre para cometer los crímenes, espiaba a su huésped a través del agujero que había oculto en la pared de su despacho y que tapaba una pintura a la altura de los ojos, con el tema de Susana y los viejos, la mujer de Joaquín que era asaltada cuando estaba a punto de darse un baño junto a su casa.

Al igual que estos dos ancianos, jueces del Libro de Daniel que querían abusar de ella, Norman observa a Marion Crane como se desviste ¡un voyeur y pervertido sexual! que castigará a la nueva y rubia Susana no con una lluvia de piedras, por adúltera, sino con varias cuchilladas en la ducha de la habitación número 1.

 

 




 

La pintura que comparte espacio en la oficina de Norman con otras también de tema clásico-mitológico o bíblico y aves disecadas ¡como el cadáver que conserva de su madre en casa! no fue elegida al azar por el director sino que era conocida por este anteriormente a ese año de 1960. En su comedor, cada día, veía un grabado de Thomas Rowlandson de 1799, publicado en 1812 titulado Fast Day en el que podían observarse a varios clérigos festejando dicha festividad. En una de las paredes de la sala una pintura con el mismo tema de Susana y los viejos rápidamente llama nuestra atención. Las diferencias con nuestra obra son evidentes, pues en la de Rowlandson la protagonista levanta el brazo izquierdo espantada ante el ataque de los hombres y estos aún no la han tocado, mientras que en la segunda es el brazo derecho desnudo el que le protege y el más osado de los asaltantes toca incluso uno de sus senos a la vez que está intentando tirar su manto al suelo.

 

     

              


 

El autor del original pudo ser Frans van Mieris, el Viejo (1635-1681) o su hijo menor Willem van Mieris (1662-1747) quien habría pintado la obra en 1731, según está datada en la ficha del RMN (Musées Nationaux Récupération) francés. Según esta información el cuadro mediría 35 x 31 cms, contaría con una inscripción: w. v. mieris f. anno 1731 y su última ubicación conocida sería en el museo Hyacinthe Rigaud de Perpignan de donde fue robada el 21 de julio de 1972. La historia cuenta que fue encontrada en 1944 en la Galería Rochlitz de París, comprada por 220.000 francos franceses y exportada en abril al Museo de Bonn. En 1950 se sabe que se encuentra en el Museo del Louvre y que siete años después podría verse ya en Perpignan de donde, como ya hemos dicho fue sustraída.

 

 


 

                          


 

La escena muestra el momento en que Susana, la esposa de Joaquín, rico judío en el exilio, ha salido al mediodía al jardín de su casa y tras despedir a sus criadas se encuentra sola pues desea darse un baño ¡como Marion Crane hará en Psicosis! Susana de repente es sorprendida por los dos viejos que abalanzándose sobre ella intentan violarla. Llorando y suplicando ayuda divina los repudia y es entonces cuando será acusada por los mismos de adulterio, dicen haberla visto falsamente con un joven en ese lugar apartado, tal y como afirman en un juicio posterior.

 

En primer término encontramos a la semidesnuda mujer con cabellera rubia, larga y suelta, atacada por los dos viejos vestidos con mantos azul y rojo y sandalias de cuero, debajo de un árbol sin fruto. Detrás, en este huerto cerrado, se distingue una pequeña fuente de piedra con un pequeño niño tritón desnudo que hace sonar una caracola de la que fluye un chorro de agua, subido encima de un par de delfines. Esta caracola más tarde se sustituyó por un pez que abrazaba el niño, tal y como se pueden ver en ejemplos españoles.



                                



                                        


 

En el despacho del motel de Norman Bates, acompañan a esta pintura otras obras que complementan su significado, sentido y sensibilidad. A su derecha podemos observar un oleo del artista renacentista Tiziano de 1555 con el tema de La Venus del espejo, otra Venus consolando al Amor, de François Boucher de 1751 y una nueva versión francesa de Susana y los viejos, del siglo XVIII.

 

 

                                             

 

 

Las dos Venus, diosa romana del Amor, se muestran semidesnudas y acompañadas de dos o tres personajes alados, alguno con una aljaba y flechas pero sin el arco ¡Cupido! La primera, sentada en un interior oscuro solo iluminado por un foco situado fuera de campo a la derecha, es coronada con mirto por uno de estos amorcillos mientras que Cupido sostiene un espejo en el que la diosa rubia con el pelo recogido se ve reflejada. Viste ricamente con una túnica rojiza, posiblemente de seda y está adornada con ricas joyas en orejas, muñecas y dedos mientras que la segunda en una composición diagonal ¡estamos todavía en el barroco pero con detalles rococó! es una Venus bella y elegante que intenta robarle las flechas a Cupido en un paisaje exterior junto a un pequeño lago en donde beben dos palomas, uno de sus atributos y símbolo del Amor mientras son observados por dos niños amorcillos que asisten a la escena de su baño.

 

Las diferencias entre el anónimo francés y el cuadro de van Mieris son muy importantes. La mujer muestra en menor medida su desnudez ante los fisgones, con un ropaje que le acerca a la obra de Boucher, colores claros azul y blanco, sentándose en un banco de piedra agrietado en donde ha dejado sus sandalias mientras estaba comiendo un racimo de uvas caído ahora al suelo tras el ataque. Al lado descansan un par de recipientes con líquidos aromáticos que usaría para su baño como escudillas y ampollas metálicas. La fuente con el niño Tritón es sustituida por otra de la cual solo vemos su oscura mitad derecha.

 

Las tres mujeres llevan el pelo rubio recogido, la Janet Leigh de Hitchcock lo lleva corto a gusto del director que sentía predilección por este color ¡para él eran mujeres frívolas y misteriosas que hacían mejor de víctimas! La Marion Crane que se resguarda de la tormenta en el maldito motel de carretera, es una Venus que desata pasiones entre los hombres, como por ejemplo el infiel marido que se cita con ella al comienzo del film y una víctima que antes o en pleno baño va a ser ultrajada ¡digo asesinada! acuchillada por las hirientes miradas lascivas de los ancianos o un psicópata disfrazado de anciana.

El paisaje exterior presagia tormenta, nubes negras al fondo, el interior vaticina oscuridad, final trágico para la protagonista que no sabe lo que se le viene encima en ese terrorífico lugar. Son pinturas que nos indican lo que va a ocurrir o un spoiler encubierto.



                  




                          















 

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